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Después, el obligado avance de la tecnología de los materiales y del diseño se han aplicado de forma contenida para hacer el modelo moderno, sin perder el gusto del Mustang.
Lujos los justos.
El Ford Mustang no es un coche lujoso, al menos lo que puede parecer desde fuera, ni en cuanto a materiales ni a equipamiento. Es correcto, y dentro no tienes una sensación de ser espartano, es un coche acogedor, con diseño deportivo hasta la médula, y con algunos detalles de calidad como la tapicería en piel de los asientos, pero al ponerte a tocar los botoncitos es donde comienzas a ver el porqué estos caballos valen lo que valen y los de un BMW M4 valen más del doble.
Abunda el plástico, aunque de buena prestancia, los interruptores son de baquelita imitando aluminio y al menos sí que tiene buenos detalles de confort, de los que no son caros, como detalles en los parasoles, luces indirectas, huecos, para dejar cosas, con reposacodos central, con un cofre en el que tenemos una toma de corriente, otra Usb, monedero y «porta-bolis» en la tapa. El umbral del coche está firmado con una elegante chapa protectora (opcional) y de noche, la luz de cortesía exterior, proyecta en el suelo el caballito Mustang con una luz desde los retrovisores exteriores, una cucada del siglo XXI.
Los asientos de serie son de lo más envolventes y sin coste adicional puedes elegir el tono de la piel, y en opción unos Recaro que lo son más aún. Los asientos así, no son sólo algo de las plazas delanteras, atrás hay sólo dos asientos, pero de los que aguantan curvas, casi tan deportivos como los delanteros y bastante hundidos, lo que facilita la ubicación de personas de cierta talla, aunque en cuestión de cota de piernas va a depender de los reglajes de los delanteros.
Puesto de conducción más cuidado, deportivo y moderno.
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